sábado, setiembre 06, 2008

Abstracta realidad

Hoy, después de varios años, encontré tu foto. Estaba guardada en un cajón, mezclada con papeles inservibles, restos de lápices que alguna vez usé, tapas de lapicero, y algunas envolturas de caramelos que un día comí. El primer reencuentro me pareció eterno, me sumergí en una burbuja de aire en la que sólo existíamos tú y yo; tú tan inalcanzable, atractiva y con una sonrisa enorme en el rostro, como siempre; y yo tan superfluo, vergonzoso y despeinado como de costumbre.

- ¿Cómo has estado? Seguro no has cambiado mucho; tu sonrisa debe ser la misma de hace tantos años, no puede haber cambiado. Me gustan tus ojos, tan dulces y hermosos como un par de piedras preciosas trabajadas hasta la saciedad, y tu cabello en forma de ondas que se escabullen sigilosamente hasta lo profundo del alma.
Me preguntaba yo mismo, como lo hacía siempre, consciente de que no recibiría respuesta alguna; nunca lo hiciste, y nunca lo harás.


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Es curiosa la manera en que alguien, deliberadamente, se aferra a una ilusión tan abstracta y la convierte en parte de su vida diaria. Cómo es que vive cada momento como si fuera real, cómo trata de poner el más mínimo detalle en el lugar apropiado para que la historia, que viaja por sus neuronas tan rápido como lo hace un haz de luz al viajar por el aire, se lleve a cabo de la manera en la que él quiere, en la que él la ha pensado; aunque sabe que no es una realidad, la vive como tal, y eso hace que traspire, que respire con dificultad, que se alegre, que sienta tristeza, que suspire.
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Miré tu foto durante dos minutos, o dos horas, o tal vez fueron diez, no lo sé; no estaba al tanto del tiempo, sólo me importaba ese momento de reecuentro contigo; hacía mucho que no te veía, y ya casi había olvidado todo el tiempo que pasamos juntos, las largas noches de desvelo, de conversaciones casi sin fin que se veían truncadas por atentados contra nuestra privacidad o por crueles jugadas del destino, las miradas intercambiadas, las tardes mirando el cielo, las canciones que escuchábamos. Todo eso pasó por mi mente al mismo tiempo en que apreciaba tu imagen, inmerso en un mundo en el que había vivido demasiado tiempo, que me robó muchas cosas, pero que me dio otras muy valiosas que ahora me son muy útiles; pero, ¿de qué servía preguntarte tantas cosas? si nunca respondías, o siempre era yo el que respondía por ti.


Nunca llegué a imaginar que serías tan importante, que te convirtieras en mi confidente, en mi persona de confianza, que me llegara a importar tu opinión acerca de aquel pullover azul marino, de aquella camisa a cuadros que me gustaba tanto, de aquel polo del que una vez te quejaste, pues no te gustaba la combinación de colores que llevaba estampado; nunca imaginé que mi mente podía hacerte tan real, nunca imaginé que mi mente fuera tan poderosa en ese sentido, pero sucedió así, y en un periodo de mi vida estuviste bastante presente; sinceramente, te lo agradezco, pues me hiciste compañía cuando no había nadie más en quien apoyarme, y no confiaba tanto en alguien como para contarte lo que te conté, para decirte lo que te dije, cosas que tu imagen y yo nos llevaremos a la tumba y que tal vez nadie, excepto nosotros, sepa nunca.


Al final, como toda experiencia bonita, se acabó. Te fuiste, o yo me fui, no lo recuerdo, pero nos separamos, y aquella imagen que siempre iba conmigo se quedó en un cajón, debajo de cosas sin importancia, cosas que no merecían estar en ese cajón contigo. Tus palabras se esfumaron de mi cabeza, y ya no sentía la necesidad de preguntarte si te gustaba la ropa que había pesando usar ese día, si estabas de acuerdo conmigo en la desición que había tomado aquella tarde, si no te parecía absurda la nota que el profesor me había puesto en el examen, y poco a poco me fui olvidando de tu rostro, de tu sonrisa; mi mente se fue acomodando a nueva realidad, tal vez más cercana a lo real, valga la redundancia, pero me fui ajustando a ella de tal manera que no sentí el impacto de tu ausencia; hasta hoy, hasta hoy en el momento en que encontré tu foto y mi mente pasó por un proceso de reactivación increíble, tu recuerdo renació dentro de mí, y recordé todas estas cosas; mi mente empezó a trabajar en ti otra vez, y creo que ya te siento cerca, pero ya no como confidente, por que para eso tendría que pasar un buen tiempo para volver a confiar en ti como en los viejos tiempos, tal vez has cambiado, tal vez no. ¿Esta vez te quedarás?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Las personas enkuentran su ideal.. la ilusión que provoca no es para nada mala! pero no kreo q alguna vez se konvierta en amor..