martes, abril 15, 2008

Déjame ir ...

Te escucho todo el día, me tienes harto. Estoy harto de hacerte caso, de tener que hacerlo; no hay forma de que me pueda librar de ti. Todo el tiempo me hablas, cuando despierto, cuando estoy en clase, cuando no hago nada, hasta cuando trato de dormir, no puedo sacarte de donde quiera que estés.

No sé por qué lo haces, no sé cómo lo haces, lo que sé es que tienes una forma maravillosa de dominarme, de hacer lo que tú quieres que haga. Te metes en todo, no me dejas ni un segundo tranquilo, no puedo almorzar sin escucharte; a veces me pregunto cómo hacer para borrarte, pero no puedo, no sé en dónde te escondes, no sé dónde buscarte, ni cómo hacer para encontrarte.

Contadas son las veces en que hemos llegado a un acuerdo, y, para variar, siempre sales ganando más que yo, siempre logras tu cometido, y siempre hay una razón para que digas no. Te he llegado a odiar. He llegado a odiarte de una manera que no sabía que existía; quiero exterminarte, quiero que te vayas, que te vayas de una vez por todas, estoy harto de ti. Estoy harto de tus excusas, de tus motivos para hacer o no hacer algo, estoy cansado de tus sermones, de tus palabras rebuscadas y de tu manera de expresarte. Me cansa que repitas una y otra vez que no lo haga, ¿por qué no hacerlo?, por que tú no quieres, por que no me dejas, no me dejas actuar, no me dejas ser yo, ¿yo?, ¿cuál yo?, sin mi tú no existieras, y lamentablemente yo sin ti tampoco, aquí viene la parte triste.

Hay veces en las que quiero arrancarte desde la raíz, pero me he dado cuenta que no puedo, no puedo borrarte, no puedo olvidarme de ti, no puedo ni siquiera alejarme, siempre estás ahí; estás ahí para hacerme llorar, para deprimirme, para hacerme pensar en cosas que ya no deberían estar en mi memoria, pero tú las traes de regreso; haces que me ponga triste, que llore, que llore, y que vuelva a llorar. Haces que me sienta solo, que sienta que sólo tú estás conmigo, y eso me pone furioso, me molesta rotundamente tu presencia, tu existir me vale un rábano, pero ahí estás otra vez. Nunca hemos conversado, sería imposible mantener una conversaicón contigo, tus frases son cortas, son cortas y filosas, filosas por que hieres, hieres más que un engaño inesperado, dueles más que morir, dueles más que millones de heridas juntas, pero otra vez estás ahí, y yo no puedo zafarme de tu presencia.

¿Crees que me ayudas?, te puedo decir que no, aunque la mayoría de personas dicen que eres su salvación; tienes varios nombres, adoptas diferentes formas, y eres diferente en cada persona, ¿por qué tenías que ser tú para mi?, ¿no habían más opciones?, no creo, creo que fue el destino, el destino nos unió, y sólo es destino nos separará, ¿cómo?, matándonos a los dos, sólo la muerte nos puede separar, y eso es una injusticia, ¿por qué no se me dió la oportunidad de elegir?, no tengo idea, supongo que así venimos y así nos iremos; y para variar, estás otra vez ahí.

Te metes hasta en asuntos en los que no deberías entrometerte, ¡son decisiones que yo debo tomar, no tú!, pero no me haces caso, nunca me haces caso, es inútil que te explique mis razones, nunca escuchas, siempre hablas y hablas y nunca escuchas; si alguna vez me has escuchado ha sido para que me refriegues en la cara mis palabras de arrepentimiento, de culpa, mis palabras de tibia lucidez; nunca me apoyas, nunca me das ánimos, es extraño, muy extraño, pero a veces siento que te necesito, no sé por que siento algo que en realidad no quiero, ¿por qué tienes que formar parte de mi?; en este instante debes sentirte impotente, me hablas, pero no te escucho, simplemente me dejo llevar; sé que será una de las pocas ocasiones en las que podré vencerte, pero, ¿y si aprendo a no escucharte?, ¿te da miedo?, ¿miedo por qué?, sabes que nunca te irás, sabes que siempre estarás molestándome, siempre estarás ahí para detenerme, ¿ahí?, ¿ahí dónde?, no lo sé.

Tienes todo el día para hacer cualquier cosa, pero no, me tienes que hablar; me tienes que decir que esto está mal, que aquello también, ¡mejor no hacer nada!, pero no, eso también está mal, ¿todo está mal para ti?, ¿soy muy poca cosa para tu existencia sobrenatural?, no creo, tampoco creo que seas efecto de un fenómeno poco usual, eres normal, estás ahí por que ahí te pusieron, te colocaron en un lugar perfectamente estratégico, puedes atacar, pero no puedes ser atacada, ¿cómo sacarte de dónde estás?, primero tendría que averiguar donde te escondes, ¿me lo dirás algún día?, no lo sé; sé tanto y a la vez sé tan poco de ti que no sabría qué hacer si me enfrentara cara a cara contigo, tal vez huiría. Ya no quiero hacerte daño, ya bastante daño hay por parte tuya, no quiero rebajarme a luchar con tus armas, con tus técnicas de manipulación y demás, no me interesan esas cosas, me interesa que te vayas, aunque sea por un día, aunque sea por una hora, unos minutos bastarían para sentirme libre, para sentir que hago lo que quiero sin escucharte dentro mío.

Estás ahí otra vez, ya te escucho más cerca, ¿estás regresando, verdad?, si, ya te oí, ya dejaré de escribir, no te enojes, ya te entendí, si conciencia, terminaré mi trabajo primero.