jueves, mayo 02, 2013

02 de Mayo

Es curioso que vuelva a escribir justo hoy. Por esas casualidades de la vida sentí ganas de hacerlo y aquí estoy ... dispuesto a plasmar todo lo que está revoloteando en mi cabeza. Debo reconocer que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí, pero espero no haber perdido la capacidad de desenvolver mis pensamientos y convertirlos en algunos párrafos de este humilde blog.

He sido siempre un defensor de las historias románticas, de aquel chico que se enamora profundamente de la chica que conoce sin querer y al instante se hace dueña de su mundo, de su mente; de aquellas historias de película, en donde los protagonistas terminan juntos después de muchos problemas y se les ve sonrientes, contentos y felices compartiendo todo aquello por lo que lucharon. Pues bien, con el pasar de los años uno se va dando cuenta que la vida está llena de historias y que no todas son precisamente como las de las películas. A veces uno tiene suerte y otras no, a veces uno simplemente actúa como piensa que está bien hacerlo y otras quizá uno sólo se sienta a esperar a que las cosas sucedan; sea como sea, siempre queda una pregunta en el aire ... Pude haberlo hecho mejor?

Muchas veces he escuchado el clásico "de gustos y colores no han escrito los autores", y creo que tampoco han escrito acerca de cómo saber si uno en realidad está enamorado de alguien. Enamorado de alguien? Qué se supone que significa eso? Yo sólo tengo una idea, pues pienso que aun me faltan muchos años por vivir para encontrarle una definición más apropiada. Esta idea gira entorno a un sentimiento, un sentimiento que nace dentro de nosotros y se va haciendo más grande y más fuerte, un sentimiento que en cada persona es distinto y que no tiene una forma clara ni definida, sólo sabemos que está ahí porque en el momento menos esperado nos cambia la forma de pensar, la de mirar, la de sentir, la de vivir. Este sentimiento es tan fuerte en su nacimiento que se abre paso a como de lugar, no encuentra barrera que lo aprisione ni límite que lo contenga, simplemente continúa su camino hasta que se empieza a hacer dependiente de nosotros, empieza a requerir cuidado, atención, tiempo y muchas ganas, pues ya no se vale por sí mismo; ese sentimiento hace uso de toda su energía para generar una chispa, una chispa que puede encender todo un estadio lleno de fuegos artificiales y demás, pero que también es tan frágil como para que una gota de lluvia acabe con ella, ya depende del cuidado y la atención que cada uno le ponga para convertirse en partícipe del mejor espectáculo de alegría que podamos imaginar o simplemente ser sólo los espectadores del destello de una estrella fugaz que desaparece antes de alcanzar su punto máximo en el cielo.

No es algo muy profundo, pero creo que los que hemos pensado estar enamorados alguna vez podemos entender que muchas veces uno hace su mejor esfuerzo y deja de lado muchas cosas para enfocar su atención en esa pequeña chispa. A veces es necesario mucho más que ganas para poder hacer que las cosas funcionen, y quizá por un tiempo lo podamos lograr; pero éstas cosas son como un castillo de naipes, es difícil predecir cuando tendremos que cerrar las ventanas para evitar que algún ventarrón traiga abajo nuestra creación, aun cuando sean dos jugadores en un mismo equipo tratando de tapar cualquier hoyo que deje entrar un poco de aire y los haga temblar de nervios, aun cuando ambos quieran llegar a tocar el techo, las nubes, el cielo, aun cuando los dos agoten todas sus energías cubriéndose mutuamente las debilidades ... aun con todo eso, debo decir que hay veces en las que el aire, al igual que el agua, encuentra un camino para soplar y darle justo al naipe más importante de todo el castillo, aquel que sostiene a todos los demás y sin el cual no hay manera de mantenerlo en pie.

PD: Aun cuando no haya manera de volver a construir nuestro castillo, tengo guardadas todas las cartas bajo mi almohada. Fue el mejor castillo que he visto hasta ahora.