jueves, marzo 19, 2009

Siempre es bueno tenerte

Él solía pasar horas pensando en aquellos tiempos en los que todo parecía tan fácil y ni se imaginaba que se llegara a complicar tanto. Eran días tranquilos aquellos, su vida transcurría de manera casi normal (ya que nunca tuvo una vida de esas que suelen llamarse normales), y le daba a todo el tiempo que requería, o tal vez menos, nunca lo supo y nunca lo sabrá, pues aquellos días se perdieron en el pasado. Yo lo conocí, y nunca me contó nada, pero yo, así él no quisiera, siempre estuve ahí. Tenía muchos problemas en la cabeza, cuestiones sin resolver, cosas que aún él no llegaba a entender, simplemente trataba de desenvolverse de la mejor manera posible, cosa que nunca llegó a lograr. Sabía muy bien que tarde o temprano tenía que afrontar sus temores, pero no se apuraba por adelantarse a la situación, siempre pensó que el tiempo era el amo y señor de la vida, que no había que hacerle trampa, que había que esperar, él no tenía prisa, y nada ni nadie lo convencería de ver un poco más allá y tratar de prepararse. Él vivía encerrado en su burbuja de felicidad y de cosas fáciles (como muchas veces se lo recordaron), pero él no veía su mundo como una burbuja, si no como una cueva donde se sentía tranquilo y podía sentarse a pensar en las cosas que a él le importaban.

Nunca tuvo una relación como la que tuvo con ella, compartían muchas cosas, y la verdad que él se sentía muy a gusto; tenía con quien conversar, con quien compartir los acontecimientos del día a día, con quien reírse de bromas muchas veces estúpidas, que no causarían gracia a la mayoría de personas; pero así era él, tal vez algo cercano a lo normal. No me hablaba mucho de ella, pero las palabras se le salían por la boca sin querer, y fue así como me fui enterando de lo fuerte que fue la presencia de la muchacha en su vida. Ellos hablaban por horas, por días, por años; contra todo pronóstico superaron el límite del aburrimiento, ese feo sentimiento humano que daña todas las relaciones, las actividades, y cualquier cosa que uno haga como parte de alguna rutina; pues bien, ella no era su rutina, simplemente era dueña de unas cuantas horas de su día, y a él no le molestaba eso, por el contrario, le agradaba. Le agradaba su compañía, sus palabras, su manera de pensar, completamente diferente a la de él que era tan cerrada y minúscula; ella, por el contrario, tenía una forma de pensar genial, sabía siempre qué decir y cómo escapar a situaciones que posiblemente la dejarían mal parada, virtudes que él envidiaba en secreto, porque él no era de las personas explícitas, de las que puedes saber mucho sólo conversando con ellas; no, él era un tanto reservado, creo que ni sus padres lo conocieron como deberían, pero con ella era distinto, a veces hasta yo me ponía celoso, ya que yo que era su mejor amigo no tenía la capacidad que ella tenía para que contara de su vida, de sus sueños,de sus aspiraciones, de sus planes, de su manera de pensar, de vivir la vida, no, a mí nunca me dio esa oportunidad, pero como ya dije antes, no podía escapar de mí.


Pasaban los días y siempre había una oportunidad para que hablara con ella, tal vez nunca acordaron encontrarse o ir a algún lugar, pero siempre el destino les deparada un momento en el cual compartieran palabras y pensamientos. Él aprendió mucho de ella, lo sé bien, pues él empezó a cambiar, lento, sí, pero cambió. Poco a poco él fue integrándose un poco más a la sociedad, por decirlo así, tampoco fue un antisocial, pero dado a que no hablaba demasiado y sentía mucha vergüenza frente a las grandes masas de gente no llegó a hacerse de tantos amigos como las demás personas de su entorno, nunca fue amiguero ni nada por el estilo, pero lo que sí recuerdo muy bien era que, si bien es cierto no gozaba de abundancia de "amigos", los pocos que él consideraba como suyos, los tenía presentes muy dentro de su corazón. Ni hablar de las amigas, quizá en su vida tuvo unas cinco amigas, por exagerar; nunca supe de alguna que llegara a hacerse su amiga en verdad, hasta que noté el cambio que sufrió, y fue por ella. Ella. Ella siempre estaba presente. Con el tiempo se fue asentando más en su vida, era cosa de todos los días, y lo más impresionante, al menos para mí, era que cada vez que hablaban era como si recién se conocieran, podían pasar horas de horas hablando y contándose nuevas cosas, como si sus vidas hubieran empezado mucho antes de lo que en realidad lo hicieron. Nunca faltaban las risas, la alegría, la sensación de conversar mucho con alguien a quien le podrías contar todo sin temores ni vergüenzas; así eran ellos, él siempre estaba dispuesto a dejar lo que sea por tener más tiempo para hablar aunque ella muchas veces no contribuía demasiado a la situación, pero aun así, él empezó a quererla y a hacer de ella una necesidad. 


Así pasó el tiempo, y me alegraba verlo así, estaba contento, lleno de vida, él la quería y ella también a él, nada podía ser mejor, nada se podía comparar a tal felicidad, parecía que él ya había encontrado un rumbo a seguir, que estaba encaminado y que seguiría con toda la fuerza que tenía hasta llegar al límite; pero el límite le llegó antes de tiempo, él enfermó. Su enfermedad lo fue consumiendo poco a poco, célula por célula. El proceso era bastante lento y doloroso pero él se negaba a aceptarlo, se aferraba a su recuerdos y ella se iba acercando en su mente pero se iba alejando en la realidad. De principio no lo entendí, y tampoco él me lo explicó, simplemente me miraba y buscaba en mí una respuesta que no supe darle y que hoy me hace sangrar el corazón, porque cuando más me necesitaba yo no pude hacer nada. Traté de buscar a la dueña de su tiempo, pero no tenía cómo, no tenía los medios ni siquiera para empezar mi búsqueda, creía que ella era su única salvación, o al menos, que con ella sería la mejor manera de acabar sus días, pero nunca pude encontrarla y mi alma se rompió en pedazos cuando lo vi caer; a él que nunca tuvo la intención de dañar a nadie, a quien quise con todas mis fuerzas, a quien se esforzó por demostrar que él siempre tuvo buenas intenciones, que quería hacer todo bien, que quería que todos lo recordáramos como una buena persona, a él que le hubiera encantado que todas las personas que conoció en su vida le hubieran regalado una sonrisa como agradecimiento de lo mucho o poco que hizo por ellas, y sobre todo, que quizo que yo le haga saber a ella que sobre todos su errores, que sobre todas las cosas que hizo mal, sobre todas las situaciones en que él hizo que ella se llene de tristeza, que derrramara lágrimas, y que no duerma tranquila, quizo que yo le haga saber a ella que en donde quiera que esté él siempre velará por su felicidad, siempre estará atento a sus necesidades, siempre le regalará una caricia cuando ella la necesite y donde sea que ella esté, él la seguirá amando en silencio.